San Luis Potosí huele a death metal // Crónica

San Luis Potosí huele a death metal
Crónica de Axel Amaya
17 de enero del 2015
San Luis Potosí, SLP. Mx.

 

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La odisea para que una banda de metal promedio salga de su ciudad para dar un concierto, consiste en una serie de pequeños sacrificios que van desde tener que trabajar horas extra para cubrir los gastos (que por supuesto ningún promotor, agencia o empresa van a asumir, jamás), hasta  conseguir préstamos, vender pertenencias (a veces incluso equipo viejo del conjunto), trabajar turnos extra, talonear en los semáforos, escarbar en los sillones, empeñar la tele y así un largo etcétera. Todo esto sin mencionar las consecuentes repercusiones de sus actos una vez llegados a casa. En el mundo del metal no faltan las separaciones, las echadas de casa, las deudas o los despidos.

Una vez hecho el daño, siguen las dificultades de conseguir el transporte del mismo para mover los instrumentos (y algunas veces el P.A.), adoptar la dieta del oxxo, atascarse de sedalmerc con pepsi kick (o alguna otra sustancia menos legal), exprimir cada centavo, contar cada peso gastado en un cigarro suelto, cuidar que no se hayan tumbado tus cosas o instrumentos, buscar un lugar donde dormir (este por lo general es patrocinado por los creadores del evento, muchas veces cuates en las mismas situaciones que saben cómo está la movida) y por su puesto no perder la cabeza con los tiempos. Con la paga no nos hagamos bolas, es simbólica… cuando esta existe de alguna forma.

Con todo esto el lector sensato se preguntará por qué alguien se tomaría tantas molestias en hacer algo tan laborioso, tedioso y cruel por tan poca ganancia… y no serían los primeros, pero antes hace falta entender muchas cosas sobre esto. Es sábado por la tarde y me encuentro en la carretera con dos bandas de death metal de la escena tapatía; se trata de Death Letters y Mind Supressor, nos encontramos de camino a un evento de música extrema en la ciudad de San Luis Potosí (por si no lo he redundado bastante en el título) llamado Death Metal Smell, evento en el cual también se presentarán bandas de la escena potosina como El Escuadrón de la Muerte, Alfonso Sayas y Spite Suicide.

La idea surge una semana antes. También es sábado por la tarde, y no hay ningún plan que me saque de la rutina del estudiante de humanidades atascado en un circulo vicioso de trasnochadas y desperdicio posterior de toda la mañana. Jorge Escobar San Roman es aquel amigo con el que toda persona ociosa quisiera relacionarse, no hace muchas preguntas cuando se trata de salir a vaciarse del ocio acumulado en la semana. A falta de una mejor idea, resolvemos en que es mejor pasar la noche tomandonos unas chelas baratas y jugando Wii U en la casa de uno de los guitarristas de su banda, Death Letters. A la mañana siguiente, soy tan insensato como para asegurar que iré al evento de San Luis Potosí la semana entrante, y de pronto me encuentro con un pie en el barco…

Nos quedamos de ver en el parque rojo, en donde por extraños azares de lo que algunos llaman destino, hay suficiente gente mayor para sentirse intrigados por la estética de una bola de greñudos con instrumentos, y Death Letter realiza la primera venta de material discográfico del día. La única persona más debota hacia una institución o culto que una señor de iglesia, es un metalero pasado de años y vaya que en México los contamos por millares. Salimos de la ciudad un poco más tarde de lo previsto y emprendemos la ruta en una apretada van rentada. En el trayecto conozco a nuestros acompañantes, Mind Supressor, quienes han estado moviendo las palancas detrás de este evento.

Si bien, tanto los Letters como Supressor son bandas relativamente jóvenes (en cuestión de años tocando juntos), ambas han sabido consolidarse en la escena local como dos de los proyectos indispensables para las carteleras de tocadas en los bares y tugurios metaleros más comunes de la ciudad. Chester, baterista de estos últimos, afirma algo que me sorprende, y es que contrario a lo que yo creía saber y haber experimentado, las bandas más nuevas tienen en jaque a bandas un poco más consolidadas (Mind Supressor que aunque no llevan tantos años tocando, sus miembros han formado parte de la escena por más tiempo del que han querido admitir), y es que en una época en la que el éxito de tu proyecto trata de medirse por likes, ¿qué pasa con las implicaciones de experiencia que toda banda en proceso de formarse necesita para aprender? Así vemos a bandas nuevas, jóvenes y llenas de ilusiones, que no se tientan los cojones para realizar juicios de valor a cuanto “ruco” observa en el escenario, y si bien mi experiencia me dictó durante años que las bandas “rucas” veían con ojos llenos de desdén y reproche a los proyectos polluelos, ahora entiendo que estamos en el proceso de vivir una separación contundente entre la vieja y la nueva escuela. Ahora, sentado en medio de músicos que se encuentran también a la mitad entre el proyecto consolidado y las propuestas jóvenes, empiezo a creer que la unidad de la que tanto se habla en los programas de Víctor Vera y El Despeñadero, si bien suena encantadora, quizás no corresponde con la realidad en la que nos encontramos en estos momentos.

Ambos proyectos se encuentran en un camino crucial. Los discos, los videos y las giras comienzan a ser una realidad cada vez más latente. Al respecto de este último elemento, Death Letters experimentó en el año de 2013 su primera gira internacional. Un viaje pagado por su bolsillo y básicamente de mochilazo a todos esos países de la europa oriental, que si bien has escuchado su nombre en el diálogo de alguna película de crimen inglesa, jamás podrías señalar con el dedo en un mapa aunque tu vida dependiera de ellos. Los Letters los recorrieron casi todos, desde la República Checa hasta Eslovenia. Un fenómeno de la globalidad y las oportunidades de la clase media, que te hace preguntarte qué cojones estás haciendo con tu culo pegado al asiento en estos precisos momentos. No puedo pensar en un sólo ejemplo de la música en los últimos 50 años en el que una banda con apenas un modesto grupo de seguidores tapatíos, agarre su mochila, su lira y se cruce el charco con la vaga esperanza de hacer mover las greñas de un bola de europeos metaleros a miles de kilometros de su hogar. Hacen falta cojones, y más admiración de nuestra parte.

Por fin llegamos al centro de San Luis, y después de un breve debate entre quién se lo echó y quién se lo fumó, descendemos de la camioneta en cuanto encontramos el lugar de la tocada, el Loud Open Stage ubicado en Iturbide #640. No hay nadie dentro y sin importar qué, bajamos todo el equipo y nos disponemos a esperar la hora del show. Son a proximadamente las 6:30 de la tarde, y tenemos aproximadamente hasta las 10 pm para empezar el relajo. Jorge y yo nos vamos en busca de provisiones y tabaco, mientras que los demás miembros de ambas bandas emprenden diferentes caminos, casi todos con el mismo propósito. Una hora después llegan empleadas del lugar y nos abren las puertas del lugar que será nuestro santuario y refugio durante las próximas 5 horas, un improvisado backstage que queda de maravilla para no echarle tanto ojo a los instrumentos y mochilas. Poco después llegan los guitarristas Mike y Oscar felices de la vida pues han encontrado en el centro una tienda Gamers en donde compran unas figuras de Nintendo Amiibo, de la misma forma que cualquier otro metalero guitarrista de una banda se alegraría de encontrar whiskey a mitad de precio. Avanza la noche y las bandas se encuentran listas para la sonorización, mientras yo aprovecho para charlar con Alex, el organizador, quién me platica lo improvisado del evento. Fan de Mind Supressor desde su primera tocada en estos escenarios, todo el evento es una excusa para poder invitarlos a lo cual se aprovechó para invitar también a Death Letter. Sólo hay un problema: No es la única tocada de la noche, a pocas cuadras se está presentando otro concierto de metal, por lo tanto Alex se encuentra un poco preocupado por el éxito de la suya.

Empiezan los acordes y la agresión, y en tan sólo hora y media después de nuestra charla, el bar es un mar de cabelleras y ropa negra, de sudor, pasión, chela y tabaco. El Escuadrón con sus letras irreverentes ataca el escenario, “nadie le dise que hacer al Escuadrón” (sic), y ¿quién soy yo para contradecirlos?, Alfonoso Sayas embrutece los oídos con rápidos y ahogados acordes llenos de furia punk mexicana y Spite Suicide provee el toca de Stoner Metal que toda buena tocada puede extrañar, pero el plato fuerte se reserva para el final. Entre canción aprovecho para escabullirme al backstage, fumar un cigarro y beber algo que no sea chela caliente pasada de mano en mano.

En una de esas escapadas, aparece un metalero de considerables años, que entre balbuseo y balbuseo asegura haber vivido en California varios años, nadie le entiende demasiado ni tampoco entendemos cómo llegó al backstage, lo que entendemos es que no hay manera de pedirle amablemente que se retire, principalmente porque no estamos entendiendo una sola palabra de lo que está diciendo. Después de minutos de intermibale charla ininteligible, Sam, guitarrista de Mind Supressor (que también resulta ser un buen mago), se cansa y aborda al querido don una baraja en la mano y una agresiva repetición de palabras: “Toma una, toma una, toma una, toma una, toma una, toma una, toma una!”, ante lo cual huye despavorido. Y si el lector considera completamente innescesaria, forzada y carente de sentido esta anécdota, precisamente es el sentimiento que causó en nosotros, ya que toda tocada se encuentra repleta de este tipo de personajes. Eres una banda de metal, eres un producto consumible y desechable que tiene que ser respetuoso y comprensivo con los fans, aunque estos te olviden al día siguiente cuando le rindan cuentas a su dios debido a una cruda de proporciones catastróficas. De nuevo, a ninguno nos pagan lo suficiente. Y el acto supremo de amor al arte y a tu vocación, es tolerar que te pidan autógrafos en un lenguaje completamente desconocido y tener que seguir una charla en la que no tienes ni idea de cómo te enrolaste.

Death Letters empieza su función. Una sincronía entre la melodía y  distorción que matizan en una presentación sobria y estructurada. Hacen trizas el escenario, la presencia de cada uno de los miembros queda marcada en los asistentes, tanto es así que ante los gritos por un encore, deciden jungar dos de sus rolas en una sóla composición, broche de oro para su turno. Con Mind Supressor cambia la cosa, la sobriedad y el espiritu crudo de los Letters cambia a un matíz mucho más obscuro, denso y retumbante. Vestidos con una especie de uniforme escénico, y pintura de guerra en la cara, brutalizan el escenario en una ceremonia de transgresión musical. En esta presentación no hay lugar para los egos, ni ningún miembro deja su marca específico en algún fraseo o puente, sino que una sóla homogeneidad coordinada y violenta, hacen una declaración abierta a todo el público: Sin duda San Luis Potosí apesta a death metal, al menos esta noche.

La noche ha sido un éxito considerando la espectativa inicial. Cuando en un principio se hablaba de alcanzar a juntar las 20 personas, al final, es imposible que el lugar cuente con menos de 60. Mike y yo aprovechamos la confusión para ir a comprar cigarros, y al volver nos encontramos con un par de músicos que regresaban de “la otra tocada”, amablemente nos indican cómo llegar a la nuestra y nos extrañamos al descubrir que hubo aún menos gente en la suya. Si hablamos de publicos, 60 personas no significan prácticamente nada, sin embargo es la asistencia promedio a una temporada teatral independiente, es quizás la asistencia media a una corta temporada de digamos, 4 funciones, si consideramos que este el público juntado en una sóla noche por 5 bandas de metal independientes, podemos concluír dos cosas: a) No existe una gran diferencia entre la cantidad de público de uno y de otro, si consideramos grupos independientes, tanto teatrales como musicales, aunque en una sola noche se junte la misma gente, los grupos musicales son en este ocasión 5, y en el teatro suele ser una sólo. Sin embargo, el grupo teatral cuenta con otras 3 noches, por lo tanto se distribuye el “éxito” del show. b) En función a esto último, y según declaraciones de una buena parte de los creativos tapatíos (y quizás potosinos), el apoyo hacia su quehacer es nulo.

A pesar de todo, la aparente dicotomía entre artes clásicas (sea lo que sea que esto signifique), como el teatro, la danza, la música culta, etc; y las artes populares, cuéntese entre estas especialmente el objeto de esta crónica, el metal, parece ser que no experimenta una brecha tan grande como pensamos. Incluso me doy el atrevimiento de especular, que con todo y todo, aún el teatro es mucho más apoyado que este género. Existen becas, fondos, comisiones y coordinaciones destinadas al fomento teatral, y sin embargo no existe una sóla dedicada a un bien cultural que parece tener casi la misma cantidad de público en nuestra ciudad. ¿Seguimos acaso en una época en donde las guitarras distorcionadas representan la antítesis de la cultura? al juzgar por la gran corriente y tradición de teatro experimental igual o más polémica que esta música, no lo creo. Quizás debamos de reconsiderar nuestros juicios y valoraciones al hablar de una sociedad más incluyente y democrática, pues en todo plan de cultura se encuentra un importante apartado a la preservación de las artes escénicas (entre otras), y ningún reconocimiento de ninguna índole a los esfuerzos titánicos del guitarrista greñudo que viste de negro.