Penitencia // Pregúntale al Polvo
‘Usted, Señor, ya está muerto.
Frase tomada de una conversación ajena.
En la penumbra de la habitación de aquel viejo hostal, nace una lánguida luz que alumbra el buró. Sobre el buró James Joyce y una matera de calabaza. Sobre la matera de calabaza los hilos de humo; sobre los hilos de humo un epitafio invisible. Los siete días de la semana en curso han sido ciegos. El sopor de las seis de la tarde roza los ventanales del edificio viejo, y la libreta del aquel viejo hombre acostado en aquel viejo catre de aquella vieja habitación, está cerrada y húmeda y olvidada. Los manuscritos han quedado rígidos. El tintero ha olvidado conservar fresca la tinta. La palabra escrita del viejo hombre podría permanecer viva, pero no lo hace. Alguien se asoma por la puerta. Es la pequeña hija del viejo hombre. La madera cruje con los pasos delicados de la niña. La niña siente fría su espalda y, dudosa, toma la libreta que descansa en aquel viejo buró. Recorre las páginas como quien recorre el camposanto o como quien recorre un campo árido o como quien solo recorre una calle. La niña lee en voz alta: ‘Quien ha rechazado el mediodía o el ocaso, ha rechazado su esencia de hombre y ha perpetuado su silencio por la eternidad’. La pequeña niña está quieta a lado del viejo hombre y reza en voz baja, mientras la luz que alumbra el buró languidece. Se asoma alguien más por la puerta. Es una voz que llama a la niña por su nombre. La voz sorprende a la niña y la sacude; la libreta cae abierta pero los versos no se escapan. Una corriente de aire se cuela por los vidrios rotos de la ventana que da a la calle y azota la puerta de aquel viejo cuarto. En la penumbra de la habitación de aquel viejo hostal yace el cuerpo de un viejo hombre que todavía siente que está vivo. El hombre ha quedado quieto como quien queda quieto por falta de aire o falta de algo. La muerte ha rechazado varias veces la petición del hombre. Ahora su condena es permanecer vivo hasta que alguien más le diga, como quien canta una copla o como quien recita un verso, que por fin ha muerto.
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