Krapp, Leteo y el teatro estático de la memoria
“La última cinta de Krapp” Dentro de la turbulenta escena creativa tapatía, es normal que aparezcan y desaparezcan proyectos, colectivos y grupos dedicados a la creación de diferentes tipos de contenido. Desde mi experiencia personal, la mayoría de estos grupos suelen ser una amalgama de músicos, escritores y diversos agentes escénicos que constantemente buscan expandir sus horizontes interpretativos a través de su participación en la creación y la promoción de diversas dinámicas artísticas multidisciplinarias. Uno de los sitios en los que mejor y más cercanamente he podido identificar este… ¿fenómeno? -por llamarlo de alguna manera-, es el Centro de Educación Artística “José Clemente Orozco” o CEDART. Dentro de los numerosos pasillos de más de una sede de esta propuesta educativa de CONACULTA e INBA, he visto nacer, evolucionar, colapsar, morir y despegar decenas de proyectos y agentes involucrados en nuestro dantesco mundito cultural, pero sin duda, y a pesar de las complicaciones que todos nos encontramos en este medio, hay personas que sencillamente no se dan por vencidas. Francisco Salazar (director graduado de esta escuela, bajo la modalidad de Profesional Medio) e Ipsaim Ruíz (docente de la misma institución), son un par al que vale la pena seguirles la pista. Desde la creación de su malamente extinto programa de radio en Resonante GDL (mismo al que tuve la fortuna de ser invitado y auto invitado en tres ocasiones), llamado Radio Vago, en el que con lujo de detalles se entregaban a la titánica labor de debrayar sobre cualquier tema que les pareciera vagamente interesante -acompañado de una ecléctica selección musical-, hasta la formación de su último proyecto, ahora sí, meramente teatral, llamado Leteo // Teatro. Y con esto, han demostrado que nuestro consumo cultural puede estar ataviado a gente con la vulgaridad Alfonso Zayas, pero con un raciocinio y una visión que no le pediría nada a Tarkovski. Es a partir del examen de titulación de Salazar y de su compañero Eduardo Paredes, que este trío -completado con Ipasim Ruiz, encargado del diseño de iluminación y la asistencia de dirección- decide que ha llegado la hora de presentar un proyecto que pueda hablar a jóvenes, viejos, niños y adultos sobre un tema de vital importancia para la plena comprensión de nuestra sociedad: todos vamos a morir solos. Y es que La Última Cinta de Krapp, obra del absurdo más estático de la dramaturgia contemporánea, Samuel Beckett, es un trabajo que no te dejará depositar grandes esperanzas en la humanidad; no transformara tu vida, ni hará que te intereses en las causas sociales más nobles. Tampoco te arrinconará al precipicio más cercano del abismo. Sólo te recriminará a la cara, que a pesar de todos nuestros esfuerzos, la memoria no es otra cosa que el remordimiento. Nuestros errores y nuestros aciertos, son solamente una inocua cinta que se encuentra destinada a quizás jamás ser reproducida por nadie más que nosotros, quizás para bien, o quizás para mal. El asunto, al fin y al cabo, es que a pesar de todo, realmente no importa. Leteo // Teatro se forma a partir del trabajo anteriormente citado, pues luego de la titulación de Salazar como director y de Paredes como actor, se decide que el monólogo de poco más de una hora de duración, se presentaría en el certamen teatral organizado por Moisés Orozco (director del centro cultural El Tercer Grupo, ubicado sobre Calzada del Ejercito #226-A), llamado “Nuevos Valores 2015”, certamen dedicado a grupos teatrales que no lleven más de cinco años de experiencia, mismo que este año ganarían la triada de Mejor Puesta en Escena, Mejor Actor y Mejor Dirección. (Otra obra participante fue Quizás Nos Espere El Mar, de José Ruiz Mercado, también reseñada por Amapola Cultura). La última cinta de Krapp es una de esas obras en las que no pasa absolutamente nada. Sin embargo, la poderosa interpretación de Paredes, el dinámico trazo de Salazar y la intensa ambientación tanto musical, como luminaria de Ruiz -no sin antes mencionar el trabajo de maquillaje de Karina Martínez– te sumerge en un microcosmos polvoroso, ahogado y tenso, que no solamente logra mantenerte intrigado por la historia de un hombre perdido entre sus propios recuerdos, sino que te sumerge hasta los confines de la memoria de cualquier hombre. Se trata de un monólogo denso e incómodo, que a su vez refleja la interminable condición de nuestra soledad, nuestras frustraciones y nuestros remordimientos, así como el total desprecio por lo que alguna vez fuimos y por lo que nos convertiremos al final. Teatro para el estatismo y el confinamiento, un teatro para los cascarrabias. Actualmente la obra se encuentra a punto de ofrecer su segunda temporada, los días 16, 17, 23, 24 y 30 de abril y 1, 7, 8, 14 y 15 de mayo, ahora en el foro escénico El Embarcadero, ubicado sobre Hospital #806 esquina con Mezquitán. El costo de entrada será de $80 pesos en taquilla los días de las funciones y de $60 pesos en preventa y para estudiantes, maestros e INSEN. |