El mono de la tinta // Tuiteratura, así nada más

Columna
El mono de la tinta
Por Juan Carlos Gallegos

 

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Uno de los temas de los que quería hablar desde antes de que esta columna hiciera su aparición era el de la tuiteratura. Sí, leyeron bien, la tuiteratura. ¿Qué qué es eso? Como puede adivinarse, esta curiosa palabra no es sino la unión de otras dos: Twitter y literatura, y designa precisamente a la literatura que se crea y aparece publicada en esta red social. No se trata de una broma. La han practicado buena cantidad de autores, hay varias obras que se han originado a partir de ella y moviliza desde hace varios años a una cantidad de tuiteros difícil de calcular a crear en un máximo de ciento cuarenta caracteres una historia o un poema. Son muchos los aspectos que se pueden comentar al respecto, así que en vez de desglosarlos aquí de uno por uno,  los invito a leer, en cuanto se publique, mi ensayo “Algunos aspectos de la tuiteratura”, que aparecerá en la revista digital sobre minificciones Plesiosaurio (les haré saber por medio de esta columna cuándo y cómo leer tal texto).

De todos modos tengo la obligación de comentar aquí algunos aspectos básicos sobre la tuiteratura. Puede decirse que a partir del 2009 cobró auge, que en ese año aparecieron los libros La revolución francesa, del estadounidense Matt Stewart, hecho a partir de 3700 tuits, al igual que Twitterature: The World’s Greatest Books in Twenty Tweets or Less, de la autoría de Alexander Aciman y Emmet Rensin. En este último muestra resúmenes paródicos de obras literarias famosas “para no tener que leerlas”. Fue a partir de tal publicación, que en su inicio era una broma, “un chiste —diría el escritor Alberto Chimal— basado en prejuicios que aún se mantienen acerca de la frivolidad de internet y de lo obtuso de sus usuarios” que dio pie para que poco más adelante se desarrollara la tuiteratura, aunque éste no es el único hecho que puede considerarse como inicio o antecedente.

La cuestión fue que después de lo hecho por Aciman y Rensin aparecieron más libros, impresos, creados a partir de textos que originalmente habían sido tuits: Serial Chicken (2010) del español Jordi Cervera, Gatubellísima (2010) del venezolano Luis Alejandro Ordóñez, 25 Histoires, 25 Auteurs en 140 ca. (2013), proyecto que convocó a autores de Quebec, Francia y Marruecos y estuvo a cargo del periodista canadiense Fabien Deglise, y algunos libros creados por mexicanos, como El espejo (2009) de José Cohen, El hombre del tweed (2011) de Mauricio Montiel Figueiras, 83 novelas (2011) y El viajero del tiempo (2011) de Alberto Chimal, El fin del mundo. Manual de uso (2012) de José Luis Zárate, y Casi toda historia (2013), de diversos autores.

Entre de los escritores mexicanos nombrados, Chimal y Zárate han recibido diversos reconocimientos en el ámbito literario, tienen publicados bastantes libros y son activistas en el campo de la escritura digital. A todo lo anterior, por si aún no ha quedado claro el alcance de la tuiteratura, debe agregarse que en 2009 se creó el Instituto de Tuiteratura Comparada (www.twittexte.com) por iniciativa del profesor universitario quebequés Jean-Yves Fréchette y el periodista Jean-Michel Le Blanc, además de que los textos tuiterarios ya han sido objeto de estudio por parte de un grupo de universidades: la de Carnegie Mellon, la de Stanford y el Instituto Tecnológico de Georgia. Esto para comprobar la veracidad de todos estos comentarios —algo me dice que todavía hay quien pueda tomar a broma todo lo anterior– o para ampliar la información al respecto; sólo hace falta hacer una búsqueda rápida en la red, o bien, ponerse en contacto con el autor de estas líneas por medio del contacto que dejo al final del texto. La tuiteratura, pues, con todo lo lúdico que hay en su naturaleza de carácter público, grupal y virtual, y todo lo que esto conlleva, no es una broma, sino algo que ha llegado para ser tomado en cuenta.

A estas alturas de este texto me doy cuenta que las poco más de dos cuartillas que he dedicado en las pasadas ocasiones para escribir sobre algún tema relacionado con la literatura me resultan ahora muy poco espacio para hablar con soltura de este tema. Lo que quería decir, a final de cuentas, aparte de tratar de definir qué es la tuiteratura y cuál es su importancia, es que la escritura en esa red social es una experiencia muy diferente a la que proporcionan otros espacios en la red. Muchos son los usuarios que se integran a las dinámicas de creación que organizan algunos escritores o algunas cuentas dedicadas en exclusiva a la escritura en Twitter. Como muestra un botón: Chimal, el escritor que mencioné líneas atrás, el año pasado convocó más de una vez a quien así lo deseara a escribir algún texto (un cuentuito: un cuento en Twitter) a partir de una idea inicial que él mismo indicaría (“un mundo al revés”, por ejemplo). Esto sirvió para sincronizar a una misma hora a decenas, por no decir centenas, de entusiastas conectados dispuestos a escribir, en diversas partes del mundo, lo cual dejó como resultado, luego de poco más de una hora, la creación de un cúmulo de textos, algunos de los cuales resultan bastante destacables.

Claro, escribir en Twitter es un tema que ofrece muchas aristas que tratar, y una de ellas se sintetiza en esta pregunta: ¿es la tuiteratura literatura de verdad? La respuesta es la misma que podría darse no sólo para la literatura impresa, sino para cualquier creación artística, y aún para muchos otros tipos de actividades: hacer algo puede ser fácil, pero hacer algo bien es difícil. La buena tuiteratura es al final como la buena literatura, o el buen cine, o la buena música (o la buena comida, o…). Zambullirse en Twitter y leer tuiteratura, encontrar buena tuiteratura y atreverse a escribirla son actividades que quien se dedica a la escritura, y más aún si es de textos breves, no debería dejar pasar: se trata de una experiencia que deviene de solitaria en grupal, que alcanza a escapar a los problemas del cuándo escribir y dónde publicar. Si alguien que lea estas líneas desea saber más de la tuiteratura o comentar algo al respecto, les dejo mi dirección en Twiter (como le decimos, o mejor dicho, lo escribimos, de cariño): @JnCrlsGllgs. Ojo, que las mayúsculas las respeta el buscador. Y ahora sí, aquí acaba esta columna. Allá los espero.

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