El evangelio de Hiromi

Hiromi: The Trio Project
Teatro Diana
Guadalajara, Mx.
04 de octubre del 2015

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Fotografías de Halejandro Cortes

“Oye wey, ¿ya viste? Hay puro nerd”, le comento a Halejandro mientras ambos hacemos un rápido reconocimiento del espacio -yo una segunda vez- y acto seguido nos botamos de la risa. “Sí es cierto, jajaja” me comenta, “machín we, y la verdad no me estoy excluyendo”.

Estamos en el lobby del Teatro Diana, el corazón me palpita a mil por hora, en parte por la emoción y en parte por la impaciencia de sentarme. Kike, Diego, Elí y yo llegamos con una hora de antelación al Diana. Una vez ahí paso por una de las acreditaciones de prensa más ágiles que he experimentado, cosa que le agradezco infinitamente al área de publicity del teatro, justo después me encuentro con Halejandro. Conversamos un poco y me entero de que jamás ha escuchado a Hiromi antes. No me imagino cómo ha de ser conocer su trabajo en un concierto en vivo. Para todos aquellos que llevamos años escuchándola en Guadalajara, tenerla tan cerca y escuchar su piano desde una butaca no era más que un sueño guajiro al que jamás aspiramos realmente.

Conocí a Hiromi en los años de prepa, cuando aún tocaba con Tenebral Nietzsche. Fue durante esa etapa en la que empecé a recolectar la música más extraña y compleja que pudiera llegarme. También fue durante esos días de ensayo cuando mi compañero de banda, Guido Rochín, empezó a llegar con videos de Kurt Rosenwinkel, con discos de los Vital Tech Tones y presentación soft de Diana Krall, pero sobre todo, con los más que interesantes videos de esta pequeña japonesa que tocaba el piano de manera completamente catárquica, como poseída. Todos nos volvimos locos y desde esos días era extremadamente raro que durante nuestras reuniones no pusieramos algún video en vivo de ella. Mis amigos y yo nos consideramos desde entonces “seguidores del evangelio de Hiromi”, a ese grado había llegado nuestra fascinación. Mayúscula fue nuestra sorpresa cuando hace poco más de un mes descubrimos que vendría a tocar nada más ni nada menos que a Mochilandia.

Una vez dentro del teatro soy separado de todos mis compañeros, durante la media hora que estuve en el lobby no fueron pocas amistades y conocidos a los que pude encontrarme, era casi un hecho, si conoces a Hiromi, tuviste que haber ido a no ser por un gran desatino del destino. Fuera de algún percance o falta de capital, no hay excusa que valga. El público en su mayoría se conformó de jóvenes y aficionados al jazz en general, pero sobre todo de músicos, ha sido el evento en el que he visto a más músicos reunidos y de tan diferentes géneros y estilos, y como mencioné antes, muchos nerds.

El buen músico siempre es un nerd, es un hecho. El nerd es una persona que se interesa en extremo por algo -o por muchos algos. Le dedica su vida a un tema, le dedica sangre, sudor y pasión a cosas que al resto de la gente pudieran parecerles inocuas. De entre todos los cientos de nerds que vi aquella noche, la reina de todos fue precisamente Hiromi. Sin afán de ser irrespetuoso, Hiromi Uehara es un personaje salido de un anime, pequeña, de grandes ojos, talentosa y exótica. Pero ante todo, ella es una shamana, una sacerdotisa y una exorcista que es capaz de poner en estado de trance a miles de personas a la vez.

La función está por comenzar y debido a alguna equivocación me reasignan a un lugar no muy lejano de donde estaba, esto me desespera un poco, pues por algunos minutos tengo miedo de que empiece la presentación y yo este ocupado por encontrar una maldita butaca vacía. Diminuta y envuelta en un vestido de cuadros, Hiromi entra entre gritos al escenario y más rápido de lo que nos da tiempo de callarnos, empieza la magia.

Durante hora y media los asistentes nos vemos socavados por la tensión y alternamos entre la más profunda solemnidad -durante las piezas- al más intenso éxtasis al termino de estas. Lo único que rompe la comunión son los esporádicos -y de pésimo gusto- “We love you Hiromi!” y los “Konichiwa” de algún puberto aficionado al manga. Después de unas 3 piezas, la pianista nipona rompe su trance y habla al público con un español forzado pero entendible, cosa que desató la risa de la mitad de los asistentes y la vergüenza de la otra mitad. Exceptuando estos aislados ejemplos de pésima educación por parte del público tapatío, la noche continuó de maravilla.

Como muestra de una inmejorable calidad artística, el trío nos regaló más de una exclusiva, muy aparte de los nuevos tracks de su último disco ‘Alive‘, resaltando a mí parecer una preciosísima sonata titulada ‘Wake up and dream‘, misma que al terminar, nos dejo completamente sin palabras, seguido de un sólo “Tsssss” por parte de uno de los asistentes que hizo estallar en aplausos a todo el foro. A continuación, recibimos una advertencia que sonó más a amenaza: “abróchense los cinturones”, nos dijo en español roto y prosiguió con la frenética “Desire” que incluyó un sólo de batería por parte de Simon Philips.

El encore fue más bien enjuto; una sola pieza -que dio un brillo espectacular al bajista Anthony Jackson– y que al menos nos ayudó a digerir todo el resto de la función. El trío se despidió, Philips y Uehara abandonaron el escenario y Jackson tuvo que esperar a la asistencia de alguien del staff para salir, debido a una complicación con una hernia que tuvo a su llegada al país. Al abandonar la sala, veo a un chiquillo de no más de 7 años repetirle extasiado a sus despistados padres: “¡El sólo de Simon!, ¡el sólo de Simon!, ¡estuvo padrísimo!”. A lo que su padre escuetamente le responde: “Qué bueno hijo, a eso veniste, a disfrutar.” No podría estar más de acuerdo.

El evangelio de Hiromi no es una exageración. Al menos no para las 2,000 personas -según El Informador– que asistimos al Teatro Diana el domingo pasado. Pocos músicos hoy en día tienen la capacidad de despertar tantas emociones, pasiones y comunicar tanto al público sin necesidad de ningún tipo de letra o voz. Es la más pura muestra del lenguaje universal de la música y una experiencia completamente única para cualquier melomano. Hiromi es más que una pianista, es un icono de la dedicación, el esfuerzo y la disciplina en el arte. Es una bruja que hechiza con sus acordes y sus complejos pasajes a audiencias de todo el mundo. También es un gran ejemplo de la importancia que está cobrando el jazz en Guadalajara, pues cada día vemos a artista de mayor calidad arribar a nuestra ciudad.

A dos meses de concluir este 2015, la prospectiva para eventos de mejores artistas y de mayor calidad en cuestión producción no podría ser mejor, y su servidor no podría estar más entusiasmado por el futuro de la propuesta musical -interna y externa- en nuestra ciudad.