Domingo // Pregúntale al Polvo
Los domingos la gente se quiere más.
Uno se acelera y comete una sarta de imprudencias como pensar en voz alta, o no pensar que se habla mientras se piensa, o no hablar cuando se tiene que hablar, porque anda uno pensando en quién sabe qué. Total, así fue… como un tropiezo que se veía venir, es que las grutas que se dibujan en tus pupilas cafés se disfrutan más cuando la cafeína hace efecto. Once treinta y cinco de la mañana. Las manos se llenan de sudor, es que los poros están abiertos por el calor, aunque sea invierno. Algo se escapa, como la precisión, la hora o las letras. He estado dándole vueltas toda la semana y, a decir verdad, no encuentro algo más en qué pensar. Digamos que la situación me permite ser imprudente. Como hoy, domingo. ¿Qué puede pasar un domingo como hoy? Total, estoy frente a la puerta de tu casa. Desde este lado se percibe algo, no se. Hace menos frío, en invierno, frente a la puerta de tu casa mientras balbuceo cómo saludarte. No hay suspiros, hay segundos que caminan lentos. Hay ojeras de la noche anterior, hay domingo. He estado dándole vueltas a nuestro asunto y, a decir verdad, no encuentro algo más en qué pensar. Digamos que los domingos, como hoy, son justificables. El saludo es imperceptible, es que tengo que pasar desapercibido. Sí, pasar desapercibido. Cruzar la puerta de tu casa, la cual tú abriste, casi invisible. Nadie articula nada, ni siquiera el aire cómodo que se respira en tu jardín. Pero estás descalza. Es que cada detalle cuenta. Como cuando te recostaste sobre el sillón blanco y tus pies cayeron sobre mis piernas. Como cuando descubrí los callos en las plantas de tus pies o como cuando tu sonrisa detuvo aquella mañana. Uno se acelera y comete una sarta de imprudencias, como pensar en voz alta. —¿Sabías que los domingos la gente se quiere más? —No, no sabía. ¿Por qué? —No lo sé, pregúntale a la gente. Ellos probablemente sepan más que yo. —No entiendo. —¿Y qué hay que entender? —Pues por qué me dices eso. —¿Qué? —Pues que los domingos la gente se quiere más. —Pues sí, ¿no sabías? —No, pero ¿por qué? —Que no sé… —Entonces ¿por qué me lo dices? —Pues porque hoy te quiero más. Silencio. La maravilla del silencio es que todo se queda callado, y cuando todo se queda callado es momento de algo. Es momento de esperar algo, como un abrazo o un sí. Silencio. La maravilla del silencio es que todo se valida, todo se afirma. Como la fórmula de la sensatez: la suma de la esquizofrenia más el doble producto de la locura es igual a la razón. ¿Me explico? Es que las grutas que se dibujan en tus pupilas cafés, se disfrutan más cuando la cafeína hizo efecto.
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