Aproximación: tema insoslayable // Pregúntale al Polvo

 

 

Cualquier observación es válida
siempre y cuando sea ajena al encuentro suicida.

 

 

En el preludio de cualquier encuentro, la ansiedad es el elemento detonador de toda serie de acciones positivas o negativas; viscerales o premeditadas; acciones bien intencionadas o la esquizofrenia representada en malas intenciones. El ejemplo más literario sobre la locura se resume a un cúmulo de encuentros ciegos. Esos encuentros que cicatrizan en lo efímero y por lo tanto, se encarnan a merced de cualquier decisión. Cualquier encuentro ciego es capaz de reafirmar la posibilidad del suicidio.

Ante los encuentros ciegos –que también me atrevo a nombrarlos como encuentros suicidas- el juego de miradas posiciona a los interlocutores al borde de un precipicio cuyo final resulta ser un oleaje de sensaciones implosivas, es decir que el ejercicio de la observación participante radica en la incertidumbre contemplativa. Una vez posicionados los interlocutores frente a frente, y a sabiendas que la confluencia entre estos dos polos provoca la implosión, es necesario hacer uso del lenguaje para que el encuentro detone. A través del intercambio de retórica de uso popular es como emerge una construcción de significados sin sentido.

Nuestros kamikazes simultáneos balbucean metáforas que aluden a lo imposible y, a su vez, imposibilitan la dialéctica. De manera que la estupidez es quien gobierna cada una de las facultades residuales. Digamos que la consecuencia de pretender instalarse un interlocutor sobre el otro a través de la observación participante cara a cara, es pura simpleza, sin embargo hay que recordar que a estos encuentros suicidas los preside la insensatez efímera[1]. La consecuencia entre interlocutores significa un desencantamiento autodoloso, o sea la paradoja y la contrariedad. Cabe resaltar que no es medible y tampoco es plausible pero sí reincidible.

Si bien se hace referencia a una etnografía ocular, al uso del lenguaje y al disparate, es conveniente traer a juego a la resolución del conflicto, es decir a la evasión retraída que culmina en el sosiego sudorífico. La consumación de los encuentros ciegos o encuentros suicidas son la antítesis de la congruencia, así como lo son la paradoja elocuente o la esquizofrenia absoluta. Es bravuconería -y un ejercicio universalizante- hablar de la preponderancia de estos encuentros, aunque sin consideración alguna son tema insoslayable.

 

Que quede claro que hasta aquí yo tampoco entendí una sola palabra, solo la saludé…

 

[1]Hago hincapié en lo efímero porque, al parecer, este ‘suplicio’ tiene que pasar rápido, a menos que su interlocutor desee lo contrario (en la mayoría de los casos esto ocurre).