Ofrenda a las termitas, la búsqueda de algo mejor
Exposición
Fotografías de Daniel Acosta
La muerte nos iguala a todos. En este sentido, la certeza de un final absoluto nos mantiene a todos dentro de un mismo estado cíclico que compartimos con todos los seres y criaturas. No obstante, para muchos de nosotros lo sublime sucede en vida —a diferencia de la sublimación post mortem que planteaba Platón— y este es precisamente el punto de partida del artista Pablo Cobián en su exposición “Ofrenda a las termitas, la búsqueda de algo mejor”, una especie de homenaje a la fragilidad del hombre, a su muerte interminable, y a lo que existe detrás de la presencia y ausencia de lo humano. Lo vivo es lo que permanece activo, dinámico, cambiante. Todo lo natural es vida en sí misma, en la medida en la que existe movimiento y por ende evolución. Desde este punto de vista, la naturaleza muerta que colorea los pasillos del tren ligero no nos habla de lo pasivo, de lo estático o de lo inerte, sino de lo vital que hay detrás de cualquier experiencia sublime. Caminar por la estación Juárez se convierte entonces en un paseo por un jardín de objetos que después de haber sido usados o desechados, cobran una nueva esencia animada y viva dentro de la pupila.
Este gesto de recolectar artefactos varios que albergan distintas historias de vida, y luego ordenarlos sutilmente en altares de ruinas, hechiza a los pasos de los transeúntes, y los detiene, de pronto, frente a la vitrina. Un espacio en medio de su ir y venir. Un pequeño recuerdo de que al final del ciclo, regresamos todos al mismo punto de partida.
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*Este artículo fue publicado originalmente en archivotransversal.
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