Reseña de ‘Ánima’, la novela de Antonio Ortuño -Página 2

 

 

urlEl universo entero me es adverso. He pasado noches enteras barajeando esa frase en mi cabeza, ese mantra que me aferra a la historia, es un vínculo que me relaciona directamente con uno de los personajes más patéticos e irreverentes sobre los que se ha escrito. ¿Qué será lo peor de todo?, ¿que nunca consiguió lo que se propuso?, ¿que el único trabajo relevante que pudo haber hecho fue jodido por el único ser que le dio alguna felicidad?  –y claro, hablo de que le dio a la niña, no de ella en sí– O… acaso será que Ortuño ha dado en el clavo… en ese que nos duele a todos los mexicanos. Que somos fracasados –al menos así nos sentimos–, que somos unos perdedores. Y traicionamos, constantemente traicionamos. Porque somos inseguros. Porque nos pisotean y pisoteamos. Pero solo después de un rato. Nos golpean y bajamos la cabeza, aguantamos bara (arre). Pero cuando menos lo imaginamos –sí, nosotros– soltamos el madrazo, un tubo a la cabeza. Y lo dejamos desangrar.

Ortuño fabricó al mexicano perfecto. Este es el verdadero Ulises Criollo y no otra cosa. Un antihéroe patético y poco original, pero de buen corazón. Un ser por el que no das un peso, y sin embargo, él sacrifica mucho por ti apenas mostrando cariño, acostumbrado a agacharse, acostumbrado a pedir el pan con el rabo entre las patas y si no hay pan, migajas. Y lo más aterrador de todo, el frío gélido, heladísimo que congela el alma: existió. Al menos su modelo. Rigo Mora tuvo que morir para ser reinventado en esta figura romántica. Ni siquiera el modelo fue tan relevante, al final el mundo recordará al Animal Romo y la traición de Arturo Letrán. Pero… ¿quién se compadecerá por la triste historia de Rigo Mora y Guillermo del Toro? Al cabo, ¿qué más da? Tiene un premio de corto de animación, ¿no? Bastardo suertudo.

¡Yo soy el Animal Romo! Gritan sus camaradas, la mayoría de ellos se encuentran ahí por otra cosa que la amistad, se encuentran ahí por la necesidad de la heterodoxia ante el poder hegemónico del obeso titán rubio del cine mexicano. La idea de destrozar su noche de gala suena coqueta en sus cabezas y no van a dejar pasar la oportunidad, pero algo pasa, más allá del arresto el Gato conoce al que luego lo catapultará a la fama, le dará una esposa y al Animal algo por lo cual vivir: una hija.

La niña es el elemento de vida en toda la novela, la piedra angular que hace que todos cobren un ápice de humanidad entre tanta podredumbre. Por el sencillo recuerdo de la pequeña Letrán está dispuesto a hablar con El Gato. Ortuño repite la fórmula utilizada en “El Buscador de Cabezas” –y que más tarde usará en “La Fila India”, los niños son el elemento redentor de los personajes. Por ellos están dispuestos a perdonarse entre sí –o al menos aparentarlo- y conducirlos hacia un bien mayor, el único rasgo de altruismo puro en su obra.

Sarcástica e irónica. Sarcástica e irónica dicen todos. Pareciera ser que es lo único que se puede decir de esta novela. Yo en lo particular no noto ni el sarcasmo ni la ironía. Si acaso existe aquí, será en que es tan apegado a lo que somos que da risa. La farsa perfecta. No. Yo no busco la risa aquí –aunque la hubo– No buscaba nada, y a pesar de eso, encontré una historia amarga y fuerte, como un trago de Tonayan. Eso mero. Ánima = Tonayan. Todos lo hemos tomado = todos nos hemos aprovechado de un amigo. Todos lo negamos = todos abandonamos a nuestro amigo. Cuando nos pregunten qué tomamos, seguramente diremos “tequila” pero sabemos que es un sucio aguarrás pintado y cegador = Cuando nos pregunten ¿de quién fue la idea? Diremos: Mía. Cuando se acabe el Tonayan se acabará la fiesta. Sin embargo ya se acabó, ya estamos aquí, sufrimos la cruda, las consecuencias de los errores tomados por los creadores de _______ en el pasado. Y ahora todos pagamos.

Ortuño tiene un gran defecto: su estilo. Su estilo es su estigma, a mi opinión es la característica principal de cualquier artista, que su estilo lleve sobre éste una cruz. La cruz purga, daña, pero a la vez redime, es lo que carga sobre sus hombros. Es por lo que Ortuño es criticado y admirado a la vez, por este mismo estilo. Cinematográfico. Ácido. Pero con una fórmula pre-escrita. Los personajes principales en sus novelas –al menos en Ánima El Buscador de Cabezas– son el mismo, es su voz, son pequeños retazos de su personalidad que, más que asomárse, se apoderan por completo del texto. Todos tienen la misma voz. Ya sea un fascista, o un director de cine. Ortuño es Ortuño. Y sus personajes son él a su vez. Pero quizás sea esto lo más significante de su obra, que se ha abierto paso con este estilo tan propio. La mayoría de las críticas hacen mención a esto, “un estilo inconfundible”, que a pesar de sus limitantes, a pesar de que pueda no decir nada nuevo, dice lo que se tiene que decir, y lo dice bien. Lo dice de la manera en la que muchos quisiéramos decirlo. El tiempo dirá si se mantendrá en su puesto de joven talento tapatío, el único mexicano en Granta, o se reinventará. Y el universo entero le será adverso.